miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tito Robledo... ¡¡¡Y me dieron!!!

Por Osvaldo "Patón" Masprone.

Me voy a referir a un personaje del cual debería escribirse un libro con sus andanzas: Tito Robledo.
Mi padre tenía con el un trato especial, era una de las pocas personas que lo tuteaba.
Un día, Tito tuvo un tropezón, culpa de la fuerza que ejercía en su mente la ingesta de alcohol.
Tomó un taxi para visitar a familiares en dos o tres lugares diferentes. Por último quiso ir hasta General Las Heras. Cuando el chofer solicitó el pago de su trabajo, Tito, enseñándole un revolver, le dijo que marchara hasta General Las Heras. El hombre partió raudamente. Como el viaje era tan plácido para Tito, a la altura de Hornos, se durmió. El taxista no tuvo más que conducir despacio y estacionar en la comisaría, en donde la policía lo trató como a un delincuente peligroso, y debió pagar con unos años  "a la sombra". Cuando mi papá pedía que le contara los hechos, el juraba que su revolver no funcionaba, y que además no tenía balas...
Era de familia de reseros, y supo estar en Mataderos. Tenía ese aire de paisano que exponía con orgullo. Por eso decía que era Robledo, llevando el apellido de su abuelo, el "Tata", respetado resero que hasta acompañó a Don Segundo Sombra.
Tito... Un amigo, escuchar sus andanzas era entrar en lo más hondo de la patria gaucha.
Un día, no se por qué trámite, uno de sus hijos vino a verme. Un allegado me dice que hay una persona que viene de parte de su padre. Entonces, la pregunta obvia fue:
-   ¿Quién es su padre?
-   Camilo López, respondió el joven. Repetía su nombre y apellido, pero yo insistía en que no conocía a esa persona.
-   Le dicen Tito Robledo, agregó el muchacho.
La risa tapó la protesta por "Cambio de identidad..." Este hecho refleja a este personaje.
En los corrillos se comentaba que Tito había recibido una paliza que no le permitía ver, pués la hinchazón era tal, que su cabeza se asimilaba a un nido de hornero.
Ansiosos por saber qué le había pasado, lo esperábamos en la herrería. Al tercer día, lloviznando, aparece Tito. Lo recibimos como si nada, simulando no ver su rostro golpeado, que aún era perceptible. Se junta con mi padre, le propone tomar unos mates y, ahí, comienza su confesión con el psicólogo de turno.
-    ¿No supiste lo que me pasó, Pedro?
-    ¡¿No?! -Contesta mi padre buscando sacarle un jugoso comentario. Ahí el personaje empieza a relatar los hechos.
-    Resulta que nos fuimos con el "Kilo", el hijo de "Yoia" Robledo, mi primo, hasta Mariano Acosta. Nos tomamos unos vinos y nos pusimos a ver un partido que se estaba jugando en la cancha de la estación, por el campeonato local. En un momento la pelota sale por el lateral. Kilo la tomó y, ahí, quiso hacer "Pata ancha"entrando al campo de juego altaneramente diciendo "¿Saben quiénes somos nosotros...? ¡Los Robledos!". Entonces, ahí nomás, como si fuera un picado de barrio dice: "Tito vos jugás pa' los verdes y yo pa' los blancos".
Mi padre, astutamente, para no darle tiempo, cuando se detenía pensando en cómo acomodaba semejante descontrol, sólamente le decía: "¿Y?", esperando que continuara.
-    Calculá que el referí, los jugadores y el público, se empezaron a enojar y a rodearnos.
-    ¿Y?
-    ¡Arranco el "Fierro"!
-    ¿Y?
-    ¡Quiero tirar un tiro y la bala no sale!
-    ¿Y?
-    ¡Se vienen en bandada!
-    ¿Y?
-    ¡Les di...! ¡Al primero lo esquivó!
Entonces comienza a relatar una pelea de esas que Karadagián ganaba contra todos. Mi padre lo escuchaba con atención, y cuando se detenía, surgía el ya conocido: "¿Y?"
-    ¡Les di! -Seguían sus comentarios.
Hasta que agotando su mentira, ante un profundo silencio, el consolidado "¿Y?" de mi padre y la mirada atónita de todos, nos mandó muy tranquilo un gran:
-    ¡¡¡Y me dieron...!!!
La risa duró un rato muy largo y pasó a generar la experiencia más risueña de una explicación que no tenía explicación.



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